Presentan apelación en el juicio que condenó a
Reina Maraz
X Radionauta
La acusaron por el crimen de su marido. Fue detenida y
condenada durante tres años sin entender por qué: es hablante Quechua. Se le negó
intérprete hasta su juicio, en donde pudo comprender que la estaban condenando
a perpetua por un crimen del que no le permitieron defenderse, ni en palabras.
Riadonauta dialogó con Sofía Ballesteros, abogada querellante en la causa por parte de la Comisión Por la Memoria, quien explicó que se presentaron como amicus curiae, figura a partir de la cual terceros (en este caso organizaciones sociales y organismos públicos expertos en la temática), pueden hacer aportes a la causa, en la cual se apeló la condena a perpetua. “Nos basamos en los planteos que tienen que ver con la ausencia absoluta de perspectiva de género y de una perspectiva intercultural” explicó Vallesteros, así como aseguró que “la pertenencia de Reina a un pueblo originario fue bastardeada”.
Riadonauta dialogó con Sofía Ballesteros, abogada querellante en la causa por parte de la Comisión Por la Memoria, quien explicó que se presentaron como amicus curiae, figura a partir de la cual terceros (en este caso organizaciones sociales y organismos públicos expertos en la temática), pueden hacer aportes a la causa, en la cual se apeló la condena a perpetua. “Nos basamos en los planteos que tienen que ver con la ausencia absoluta de perspectiva de género y de una perspectiva intercultural” explicó Vallesteros, así como aseguró que “la pertenencia de Reina a un pueblo originario fue bastardeada”.
Reina es discriminada por ser mujer, perteneciente a un
pueblo originario, por ser pobre y ser migrante. El caso es relevante, dado que
se la acusa de ser la asesina de su marido, siendo que fue ella quien notificó
su desaparición. Fue encerrada embarazada, sin poder defenderse ni comunicarse
con nadie.
“Incluso en el juicio si bien se autoriza un intérprete para Reina, la hermana pidió declarar en Quechua y se lo prohibieron porque el fiscal insistió en que el idioma de este país es el castellano. Esta actitud del funcionario es una situación violatoria de la Constitución Nacional dado que argentina respeta las identidades de los pueblos originarios”. Sin embargo, es fundamental la intervención de las organizaciones civiles para defender a estos sectores dado que “la justicia es muy reacia a aceptar estas perspectivas. Es paradójico porque tenemos normativa de avanzada tanto en derechos de los pueblos originarios y de mujeres” pero los jueces “están muy atrasados en relación a esto, tienen un sentido común patriarcal y clasista, a ellos les molestan los pobres, los maltratan y más aún si no hablan el castellano, son migrantes o les cuesta expresarse”.
“Incluso en el juicio si bien se autoriza un intérprete para Reina, la hermana pidió declarar en Quechua y se lo prohibieron porque el fiscal insistió en que el idioma de este país es el castellano. Esta actitud del funcionario es una situación violatoria de la Constitución Nacional dado que argentina respeta las identidades de los pueblos originarios”. Sin embargo, es fundamental la intervención de las organizaciones civiles para defender a estos sectores dado que “la justicia es muy reacia a aceptar estas perspectivas. Es paradójico porque tenemos normativa de avanzada tanto en derechos de los pueblos originarios y de mujeres” pero los jueces “están muy atrasados en relación a esto, tienen un sentido común patriarcal y clasista, a ellos les molestan los pobres, los maltratan y más aún si no hablan el castellano, son migrantes o les cuesta expresarse”.
Fuente: Radionauta
Está acusada del homicidio de su marido
Juicio a Reina Maraz, la joven que desconocía por qué estaba
presa
X María Florencia Alcaraz
ANTECEDENTES
En dos jornadas, el próximo 21 y 22 de octubre, el Tribunal
Oral en lo Criminal Nro. 1 de Quilmes resolverá la responsabilidad de la joven
boliviana, que ahora tiene 26 años. Por no hablar la lengua castellana, había pasado
un año encerrada con su beba sin comprender por qué estaba presa.
Lo primero que dijo Reina Maraz cuando tuvo una interprete
enfrente fue “No entiendo nada”. Había pasado un año encerrada con su beba sin
comprender por qué estaba presa. Ella es quechua-parlante, no habla lengua
castellana. El martes comienza el juicio oral en su contra. Está acusada del
homicidio de su marido.
En dos jornadas, el próximo 21 y 22 de octubre, el Tribunal
Oral en lo Criminal Nro. 1 de Quilmes resolverá la responsabilidad de la joven,
que ahora tiene 26 años. Reina se crió en Avichuca, una comunidad ki-chwua de
Bolivia. En noviembre de 2010, cuando la detuvieron por el asesinato de su
marido Limber Santos no pudo comunicarse con los operadores judiciales. Es que
el poder Judicial de la provincia de Buenos Aires no tiene intérpretes en
lenguas originarias que puedan garantizar un pleno acceso a la Justicia a los
migrantes y originarios como en el caso de esta mujeres. En diciembre de 2010
el área de inspecciones de la Comisión Provincial por la Memoria (CPM) visitó
la unidad del penal de Los Horno donde estaba detenida Reina y se encontró con
que la mujer desconocía las razones de su encierro.
La voz de Reina no aparece en el expediente judicial. Gran
parte de las pruebas de la causa se basan en el testimonio de familiares,
vecinos y, en la balanza, el peso se lo lleva la versión policial. El martes
ella podrá contar su versión de los hechos acompañada por su intérprete, Frida
Rojas.
Según lo que pudieron reconstruir los miembros de la CPM que
la acompañan en 2009, su marido, Limber Santos, le propuso venir a Argentina
con sus dos “guaguas”, que en ese momento tenían dos y cuatro años. Reina no
quería. Vinieron igual y se instalaron en la casa de la hermana de Limber, en
Villa Soldati. La cuñada de Reina retenía toda la documentación de la familia.
Cada vez que Limber tomaba alcohol, le pegaba. Reina no
manejaba dinero. Aunque quería mandar a sus hijos a la escuela, el marido no la
dejaba. Un día Limber la golpeó durante ocho horas seguidas. Los familiares
tuvieron que encerrarla en un cuarto para ponerle pausa a la violencia. Reina
escapó con sus hijos a la localidad de Moreno. Al poco tiempo, volvió y se
mudaron a Florencio Varela. El hombre trabajaba apilando ladrillos y ella lo
ayudaba. El maltrato no frenó.
Según el expediente judicial el hombre apareció asesinado a
puñaladas y enterrado en las cercanías de la casa que compartían. Reina no
habla del crimen. Hay una elipsis entre la vida en el conurbano bonaerense y su
detención en una comisaría de Quilmes.
La causa fue caratulada como “homicidio agravado por el
concurso premeditado de dos o más personas”. Para la Justicia, Reina mató al
marido en complicidad con otro vecino, “Tito” Vilca Ortiz. El hombre estuvo
detenido en la Unidad Penitenciaria de Florencio Varela pero falleció por
cirrosis meses atrás. Reina solo dice que el marido la entregaba a este vecino
como moneda de cambio cuando tenía deudas.
En enero de este año la Cámara de Apelación y Garantías en
lo Penal de Quilmes, luego de tres años y dos meses, le dio la posibilidad de
aguardar el inicio del juicio en la casa de unos familiares radicados en el
Gran Buenos Aires junto a su hija más pequeña. Recién entonces Reina pudo
acceder a prisión domiciliaria.
El acompañamiento de la CPM
La Comisión Provincial por la Memoria realizará una veeduría
pormenorizada del desarrollo del juicio y el registro audiovisual del proceso
apostando a un juicio transparente “donde la voz de Reina sea escuchada y se
garantice la mayor amplitud probatoria que permita impartir justicia luego de
casi cuatro años detenida”, señalaron desde la Dirección de Litigio Estratégico
del organismo.
Desde la CPM consideran que “el caso Reina Maraz visibiliza
la situación de extrema vulnerabilidad en la que se encuentra una persona al
coincidir en ella una especie de intersección de causas de desigualdad: es
mujer, es pobre, migrante, indígena, y víctima de situaciones de mucha
violencia, lo que la coloca en una situación particular que debe ser tenida en
cuenta por todos los actores institucionales intervinientes”.
En las audiencias estarán presentes los presidentes de la
CPM Adolfo Pérez Esquivel y Hugo Cañón, el vicepresidente Aldo Etchegoyen y
Roberto Cipriano García, junto a otras organizaciones que desarrollan su
trabajo en el campo de los derechos de migrantes y pueblos originarios y de
género, y que han acompañado el trabajo realizado por la CPM.
El tribunal que llevará adelante el juicio está presidido
por Silvia Etchemendi e integrado por Marcela Alejandra Vissio y Florencia
Butiérrez. El Fiscal de la causa es Fernando Celesia y Reina se encuentra
asistida por el Defensor Oficial José María Mastronardi, titular de la UFD
Descentralizada Nro. 18 de Florencio Varela.
Fuente: Infojus Noticias, Agencia Nacional de Noticias Jurídicas (Argentina)
UNA RESOLUCIÓN JUDICIAL CUESTIONADA
"Si yo no hice nada, ¿por qué me condenan?"
Reina Maraz (26) fue encontrada culpable del asesinato de su
marido. Ahora se busca apelar al fallo por las irregularidades que hubo en la
causa. La joven boliviana, que sólo habla quechua, permaneció durante un
año detenida en La Plata sin entender de qué se la acusaba.Una agrupación de
derechos exigió que se le otorgara una intérprete durante el juicio que le
permitió declararse inocente y dar su versión de los hechos.
Con los ojos llorosos, los labios apretados y los brazos
cerrados. Así, con el cuerpo enmarañado de dolor, recibió la sentencia: condena
a perpetua. Así, en apenas un segundo, se le desmoronó la esperanza de
recuperar su libertad.
La protagonista de esta historia es Reina Maraz Bejarano,
una joven boliviana de 26 años quien, tras haber permanecida detenida durante
casi cuatro años, ayer fue encontrada culpable de haber asesinado a su marido.
Así, al menos, lo dictaminó el Tribunal Oral en lo Criminal 1 de Quilmes,
aunque distintos organismos de derechos humanos aseguran que el procedimiento
estuvo lleno de vicios y que esta condena es fruto de la discriminación que
sufrió por su condición de mujer, pobre e inmigrante. Fueron estos atributos
los que, desde el vamos, la pusieron en una situación de desventaja. Al
iniciarse el procedimiento legal, en noviembre de 2010, Reina fue detenida,
acusada e indagada en castellano, una lengua que no comprende, ya que sólo
habla quechua. Es decir que su derecho a acceder a un justo proceso fue
vulnerado. Su caso recién tomó visibilidad, a fines de 2011, luego de que, la
Comisión Provincial de la Memoria (CPM) durante una visita de rutina en
la unidad penitenciaria 33 de Los Hornos, La Plata, se pusiera al tanto de
su situación. Al notar que la mujer no hablaba español, pusieron a su
disposición una intérprete, Frida Rojas, a quien Reina le confesó: “Mana
imatapas unanchani” que significa “no entiendo nada”.
Por medio de la intervención de la CPM, en abril de 2012, se
logró que juez de Garantías N°6 de Quilmes dispusiera la nulidad de la
indagatoria inicial. Desde ese momento Rojas comenzó a acompañarla en el
proceso y fue incorporada oficialmente como intérprete de Reina, el 21 de
octubre de 2014, cuando se inició el juicio. Fue gracias a esta conquista, tan
básica y tan necesaria, que Reina pudo, luego de permanecer casi cuatro años
privada de su libertad, declararse inocente del delito del homicidio de su
marido, Limber Santos. También, por medio de su intérprete, pudo revelar ante
el tribunal las vejaciones a las que era sometida constantemente por Limber.
Contó que el hombre le pegaba y, para saldar una deuda de juego, la
"entregó", en más de una oportunidad, a un vecino para que la
violara. Ese hombre, Tito Vilca, también fue imputado como coautor del
homicidio pero que no llegó al juicio oral ya que falleció en prisión.
“Si yo no hice nada, ¿por qué me condenan?”, le preguntó
Reina a su intérprete ni bien escuchó el fallo. El 11 de noviembre se conocerán
los argumentos de la decisión judical y luego su abogado defensor, Jose María
Mastronardi, que pidió la absolución, aseguró que apelará ese dictamen.
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“No me lo esperaba, pensé que iba a salir”, le dice Reina a
Entremujeres y se le quiebra la voz. Con los ojos llorosos se ausenta en un
recuerdo y al rato pregunta: "¿Cuándo voy a ver mis niños?" Se refiere
a Kevin (9) y Fermín (6), que están con los padres de Reina en Avichuca,
una pequeña comunidad en Sucre, Bolivia, el mismo sitio que la vio nacer y
crecer.
La semana pasada, cuando se inició el juicio, Reina habló en
su lengua natal y Frida, que permaneció a su lado de principio a fin, tradujo
cada una de sus declaraciones. La joven contó que se casó con Limber cuando
tenía 17 años y que, al tiempo la dejó a ella y los dos hijos que tuvieron,
para venirse a Argentina. En 2009 la fue a buscar a Bolivia y la amenazó con
llevarse a los chicos si no se iba con él. Ella cedió y lo acompañó. Al
poco tiempo consiguieron trabajo y un pequeño hogar, de apenas una pieza,
en los hornos de Chacho, en la localidad bonaerense de Florencio Varela. Allí
trabajaban cortando y apilando ladrillos. Dijo que la relación se volvió
particularmente violenta en Buenos Aires. Entre llantos recordó los golpes
que le daba su marido, incluso hasta dejarla inconsciente; y sus recurrentes
ataques de ira. Una vez, contó Reina, "rompió los vasitos, las ollitas y
la ropa también la desgarró". En esa oportunidad quiso escapar y se fue
hasta la terminal para tomarse un micro hasta su país natal, pero no pudo
hacerlo porque la hermana de Limber tenía sus documentos, así que volvió con
él. Pero las cosas empeoraron. Cada vez tenían menos dinero y casi no llegaban
a comer.
¿Qué pasó el día de la muerte de su marido?
El fiscal Fernando Celesia, basándose en el testimonio
de uno de los hijos de Reina, pidió prisión perpetua. El pequeño, que al
momento del hecho tenía cinco años, declaró en cámara gesell que su madre había
matado a su padre, pero la forma en que se obtuvo su declaración fue
cuestionada por tres peritos (uno oficial y dos de parte) durante el juicio.
"Le hicieron preguntas como si fuera un adulto y encima en castellano, una
lengua que no comprendía del todo. Además, lo interrogaron mucho después de
ocurrido el hecho", aseguraron desde la CPM.
Según consta en la sentencia, que retoma los alegatos de la
fiscalía, Reina se habría complotado con Tito Vilca para asfixiar a Limber
mientras dormía, con la intención de robarle un dinero que tenía ahorrado para
abonar unas deudas de juego. Todo esto en presencia de los dos menores. Sin
embargo, la versión de Reina es que ella y sus dos pequeños fueron encerrados
en la pieza mientras afuera "los hombres" dirimían, a gritos y
golpes, sus problemas. Luego de un rato Vilca abrió la puerta, abusó de ella
delante de los nenes y le dijo que su marido se había ido para Capital, con la
plata, para hacer un trámite. Ella le creyó y recién unos días más tarde y
al no tener noticias de su esposo, acudió a su suegro quien la acompañó a
hacer la denuncia por la desaparición.
Cuatro días después, y luego de que encontraran el cuerpo de
Limber en un basural de Florencio Varela, efectivos de la Bonaerense la fueron
a buscar a su domicilio. Ella, sin entender de qué se la acusaba, sólo se
limitó a asentir con la cabeza. “En la cosmovisión quechua este
gesto no significa la comprensión de lo que se le está diciendo, el sentido
cultural es el de mostrar intención de dialogar”, explicó en el expediente la
socióloga, especialista en derecho indígena y género, Karina Bidaseca. En el
momento de la detención, Reina estaba embarazada de su hija. Permaneció hasta
el séptimo mes en una comisaría y luego fue al penal, donde parió a la pequeña,
que hoy cría en la casa de unos familiares donde cumple prisión domiciliaria
hasta tanto la sentencia esté firme.
“Sólo quiero abrazar a mis hijos”, dice sollozando mientras
se abraza a Rojas, “su voz” en esta lucha. La sala del tribunal está vacía.
Afuera sólo quedan algunos amigos y miembros de la CPM. “No te preocupes, vamos
a seguir luchando”, se escucha decir en el pasillo, mientras coordinan para
acompañar a Reina hasta el domicilio de una de sus hermanas done cumple arresto
domiciliario hasta que la sentencia quede firme. Allí vive con su hija menor,
de tres años, que nació en cautiverio. Dice que está haciendo todo lo que puede
para que su nena hable sólo castellano “para poder defenderse”.
Fuente: Clarín Buenos Aires
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