(foto: Ximena Riffo) |
Hoy, la desconfianza en la víctima pasó a ser más misógina
que nunca. Y con un nuevo discurso de desvictimización y empoderamiento
proporcionado por el Generismo. La culpa se ha trasladado desde “la culpa de
provocar” a la culpa de victimizarse…
Este documento fue la base para una exposición en el
seminario “Violencia estructural: análisis de sus consecuencias en la vida
cotidiana”, convocado por el equipo del Centro de la Mujer de SERNAM, Servicio
Nacional de la Mujer de la Comuna de San Carlos, en la Provincia de Ñuble,
Región del Biobío, el 13 de noviembre del presente año (2014), en el Centro
Cultural de San Carlos.
La exposición tocó sólo algunos puntos principales del texto
y fue complementado con una presentación en Power Point titulada: MUJERES:
CUERPOS COLONIZADOS. Las ideas centrales de este texto fueron expuestas en el
Seminario junto con una presentación de imágenes que denuncia la violencia de
E$tado contra las mujeres kurdas, afganas y otras, contra las lesbianas en
Sudáfrica y lo equipara a la violencia que el E$tado $hileno ejerce contra las
mujeres y las comunidades mapuche en el territorio de Wallmapu,
institucionalizado como “Chile”.
Violencia y cruces...: "El machismo mata, el racismo
también".
X victoria aldunate, terapeuta y escritora lesbofeminista*.
En memoria de Javierita Neira Oportus,
asesinada por ALFREDO CABRERA OPAZO en un
hecho de violencia contra su ex pareja y madre de Javierita, Claudia.
A 9 años de su femicidio, “ella sigue
moviéndose como una diosa de agua, en el recuerdo de quienes la vimos bailar
alguna vez (Angeles Mastretta)”.
Las presentaciones que hacemos a menudo en
estos eventos podrían no ser reflejo de una diplomacia absurda y un listado de
títulos tipo nobiliarios que a veces denotan más que saberes, “movilidad social”
como se define hoy en día aquello que yo aprendí a nombrar como clasismo y
arribismo.
Tal vez originalmente las presentaciones se
propusieron para que honestamente reconociéramos desde donde realmente hablamos,
y así no engañar a nadie haciéndole creer que lo que decimos es “la” positiva “verdad”
cuando en realidad lo que transmitimos es lo que concluido individual y
colectivamente desde un cuerpo, una memoria política, un territorio y biografía.
Muchas y muchos lo sabemos, otros y otras lo ignoran u ocultan bajo la
objetividad y el academicismo.
Compañeras, lamngen, compañeros, me
presento: Soy lesbiana feminista, autónoma; asumo una identidad de mujer de
color -no blanca- porque ser blanca como ser heterosexual y normativa son
elecciones políticas y no genes. Yo elijo políticamente ser lesbiana y mujer de
color, champurria (mestiza).
Soy madre de una hija de 24 años, he
abortado dos veces, soy ex presa política de la dictadura, sobreviviente; he
vivido violencia en pareja y de parte del E$tado de $hile.
Soy pobladora de una población trabajadora
del Sector Norte de la Capital y trabajadora asalariada. Tengo dos oficios,
escritora y terapeuta y trabajo en una Comunidad Terapéutica en una población
aún más pobre que la mía, en La Pintana de Santiago. Desde estas vivencias,
entre otras, hablo.
La “Violencia Cruzada” NO EXISTE, las
cruces sí y son millones en todo el mundo.
La visión de la “Violencia Cruzada” me
parece básica y simplista. Una mirada
“episódica”, al menos superficial, que no logra percibir procesos del
cuerpo, la memoria, el territorio y la biografía. Sólo ve la imagen congelada.
Es una mirada tan pretenciosa que ni siquiera acepta estar inmersa en una realidad
heteronormativa, es decir clasista, racista, homofóbica, sexista, lesbofóbica,
especista y finalmente piramidal.
¿Que por qué la heteronormatividad es
clasista? Porque se basa en mantener a una clase de seres humanos, las hembras,
bajo dominación.
La mirada de la llamada “Violencia Cruzada”
es una mirada que no logra distinguir vivencias propias porque ha sido desarmada
para la rebeldía. Puedo explicarlo con una
frase que decía mi abuela mucho más asertiva que toda esta jerga entre academicista,
postmoderna e intelectual: “Los peces en el mar no saben que están mojados”.
Reconozco que siento rabia con los expertos
de Violencia Cruzada. Y es que a los peces una los comprende, a las vecinas
también, a su mamá más todavía… pero es muy distinto cuando la ignorancia
desfachatada surge de disciplinados, acartonados y asépticos expertos, intelectuales,
académicos… Ahí me bulle el resentimiento de clase que es un proceso íntimo y
profundamente político, en el que me hago responsable de una mirada estricta:
cero permisividad con galapanes (burócratas en mapudungun) arribistas que ya no
elaboran sus propias vivencias porque si lo hicieran lograrían ver y saberse inmersos
en la pirámide, penetrados por aquello que las feministas europeas nombraron como
Patriarcado.
El Academicismo es colonialismo, blanquea, crea
una simbólica que descarta, bloquea, no procesa la existencia material. Y la
existencia material es la que sin lugar a dudas nos da señales potentes sobre
la Violencia Estructural en lo íntimo, lo personal y lo público, en lo
individual, lo comunitario y lo estructural.
Lo peor de todo es que el “experto profesional”
que funge de saber –“conocimiento objetivo”- marca nuestras vidas con una supuesta
sapiencia que nos permea, desarma y destruye.
Desde ese atropello surge la mujer que
declara convencida en el servicio público: “Soy depresiva”, “Soy bipolar”, “lo
mío es violencia cruzada”, “violencia intrafamiliar…”, “lo mío es sólo
violencia psicológica”… Aquella compañera corre el gran peligro de quedarse encerrada
en un lugar estancado y eterno, atrapada por la prepotencia experta.
Elaborar la Violencia
Para elaborar la violencia no me basta y muchas
veces me sobra haber pasado por universidades blancas, europeas, coloniales exportadas
a nuestros territorios. (Una institución más de las que nos deparó esta invasión
que no cesa).
Para elaborar la violencia siento y pienso,
vivencio y tomo conciencia. Necesito ser capaz de cosas que no son puro
lenguaje. Muchas veces el lenguaje no me permite nombrar la elaboración de la
violencia, porque es limitado en comparación a la vivencia. (Y tal vez también porque
es ajeno, un idioma extraño asentado en este territorio. Escribo y hablo en
español por despojo de otras lenguas, ante la amenaza de quedarme muda… y
también con el placer de la apropiación territorial y popular que hemos hecho
de este idioma…).
Es el cuerpo vivenciado, su memoria con las
otras y los demás, el que me permite elaborar la violencia y comprenderla para intentar
purgarla, enfrentarla, expulsarla y de alguna manera mínima, nombrarla. No por
nombrarla no más, si no para comunicarla, para desculpabilizarme, respirar
mejor, repleta de matices cotidianos, nombrando lo que puedo y sintiendo
profundos dolores sin nombre.
Preciso hacer memoria del cuerpo y del
territorio y también mirar más allá a otros territorios, a otras seres humanas
–lejos-, que al verlas, todo se configura claro. Mirando a otras a la distancia
podría llegar a ver aquello que siento muchas veces en lo íntimo. Podría lograr
comprender lo absurdo de la dicotomía occidental que afirma ese artificio de “Lo
Público y Lo Privado” (dimensiones que en esa comprensión se opondrían y jamás
se fundirían, como si fuesen agua y aceite).
Importante también es que haciendo memoria
del cuerpo y el territorio, y viendo a la distancia, muchas veces puedo tomar
conciencia de la indiferencia blanca aprendida que me “civiliza”.
Y es que una mirada a la distancia no es lo
mismo que una mirada distante. No es “objetividad”, “neutralidad”, no es el
relato analítico del colonialista científico que observa curioso y superfluo al
animalito en su hábitat, o que lo encierra insensible en una jaula y lo
vivisecciona para hacer sus notas con las que luego se va a lucir.
Mirar a la distancia puede ser ampliar el
horizonte y ver a las otras desde el sentir, o sea desde el cuerpo, desde la
memoria propia territorial para interpretarlas y sentirme en su pellejo mientras
voy quitándome lo anquilosado de la misoginia que me inocularon.
Sé que digo estas cosas desde un territorio
estructurado por la Colonialidad, o sea por esa lógica de dominio en el mundo
moderno/colonial que trasciende el hecho de que el país colonial sea España,
Inglaterra o EE.UU.(Mignolo 2005). Sé que estoy inmersa, sé que hablo
vulnerable y vulnerada desde un pueblo colonizado, desde el lenguaje limitado
que me impusieron, desde aquello que llaman epistemología y resuena en mi
cabeza desde la universidad, desde lo que leí en prácticas
institucionalizadoras.
Pero también aprendí en la calle, en la
cotidianidad, en la militancia política popular de mi madre y mi padre; en el
activismo propio que me ayudó a desarmar el arribismo normalizado, y desde toda
esta vivencia afirmo que la Colonialidad en nuestro Territorio y en otros
territorios invadidos y devastados, nos obligó a la Generización no sólo como un
hecho subjetivo coincidente con la moral cristiana, si no antes que ello, como
la condición material básica para la obtención del dominio estructural.
Tomo prestado –y expreso desde mi
entendimiento- algo de lo que los intelectuales de Abya Yala han elaborado como
Colonialidad del Poder. Pero es importante decir que el cuestionamiento a la
Colonialidad del Poder no es necesariamente problematización de la Generización
del Poder (María Lugones 2008). Es decir, plantear la Colonialidad del Poder
como invasión, dominio, racismo, puede
no alcanzar a ver y a denunciar la Generización como un proceso material producido,
imprescindible y coherente con los intereses de clase de una clase dominante
para desarrollar la propia Colonialidad del Poder. Plantear la Colonialidad del
Poder podría constatar a las “mujeres” como existencia “natural” dentro del proceso
histórico cuestionable de invasiones y sometimiento a los pueblos ancestrales
de estos territorios.
Visión Orgánica del Mundo
Pienso y vivencio que la Generización de las
hembras es la condición básica para lo que llaman Colonialidad del Poder.
Colonialidad del Poder es Dominación, un
sistema asimétrico, jerárquico, estratificado y segregacional que necesita de
castas-razas inferiores que lo sostengan.
La Dominación requiere en primer lugar de
la racialización-colonización de las hembras para un ejercicio generizado y
heterosexualizado del poder. Este es el ejercicio que garantiza el Modo de
Producción Doméstico que coexiste con el Modo de Producción Industrial (Christine
Delphy 1970) que se basa en el uso sin costo de la fuerza reproductiva y
productiva de las hembras, a las que muy convenientemente en lo que respecta a
la explotación, se nos define como “mujeres”, incluso si no somos blancas.
Y no
hablo sólo de una memoria capitalista, el Modo de Producción Doméstico -como le
llamaron las feministas materialistas- es precapitalista, capitalista,
socialista, postsocialista y neoliberal.
Es un Modo de Producción que exige a las “mujeres” de color y a las
mujeres empobrecidas de cualquier parte del mundo, un rol distinto al de las
mujeres blancas y burguesas y al de las mujeres que actualmente acceden a la
clase política, institucional y/o académica. El nuestro es un rol productivo y
reproductivo doble y triple; para ello un rol heterosexualizado, siendo también
las mujeres en sí mismas, fuerza de trabajo impaga y cuando es asalariada, de
menor costo para las patronales, que la fuerza de trabajo de los varones.
Las mujeres de color y empobrecidas somos las
que sostenemos la economía global. Somos No Hombres “especiales” para el
trabajo duro, para parir sin límites y reproducir la sociedad. Las “esposas” de
color deben ser productivas para el varón que las desposa o las toma como “su”
mujer o “sus” mujeres.
Las esposas “deben” producir equilibrio
cotidiano, higiene, alimentación, mejoras materiales y económicas, también
bienes para el sostenimiento de la cotidianidad y bienestar emocional al varón y
su entorno familiar de origen; entre sus obligaciones, dichas o tácitas, se
encuentra atender las eyaculaciones masculinas y reproducir su linaje, parir guaguas
que a medida que crezcan serán también productivas, tanto para el patriarca
individual de cualquier clase social en el sentido clásico marxista, como para cualquier
estructura socioeconómica en que vivan, capitalista, socialista o comunitaria.
Para elaborar la Violencia considero que
requiero antes que nada de una visión orgánica del mundo (Sergio Castro Gómez
2008), esa que se impone a partir de la experiencia corporal. Los cuerpos
vivenciados, su memoria, su biografía no pueden encerrarse en la visión
analítica del mundo. Es probable que ambas visiones –analítica y orgánica- puedan
coexistir y que sean enriquecedoras para la comprensión, el debate, la
re-creación del mundo. Sin embargo, cuando una manera de ver, la analítica,
invisibiliza a la otra, le expropia sus saberes, la explota y la coloca en
calidad de exotismo y/o “conocimiento alternativo”, el conocimiento dominante
ya no puede dar cuenta de nuestras vivencias y de otras vivencias de otros
seres apropiados. Y peor cuando el análisis ni siquiera reconoce en sí, lo que él
mismo ha presentado como ejercicio del poder, y concluye de manera superflua
que lo mismo dan los invasores que los invadidos, y que es relativo estar en el
lugar del torturador o de la torturada; y que esto sería objetividad y justicia.
Y luego los burócratas usan lo que el experto dice para hablarnos de “Ley Pareja”,
Equidad, Igualdad de Oportunidades, Empoderamiento y Enfoque de Derecho. Ahí, el
experto científico arrinconado por los avances del pensamiento occidental y
sabiendo que el positivismo es altamente cuestionable hoy en día, propone la sabiduría
de la Subjetividad donde casi todo podría, teóricamente (y simbólicamente), relativizarse,
menos –claro está- “su” propia teoría, la única “probada con gran cantidad de
variables”… y etcétera, etcétera.
Cuando se categoriza y se analiza, se resume,
se reduce la vivencia material, corporal, biográfica, territorial, se
esquematiza, y llega a borrarse la memoria.
Una muestra de esto es la categorización
absurda de la violencia en “violencia física y psicológica” donde la “física”
podría suceder sin la psicológica.
Hablan de Violencia “psicológica”, como si
las demás formas de violencia no afectaran a la llamada “psiquis”. Como si el
cuerpo no funcionara emocionalmente y los golpes, la tortura, el acoso, no
afectaran SIEMPRE emocional y afectivamente. Como si lo “físico” pudiese
aislarse en los cuerpos vivenciados de “lo emocional”, de los sentimientos, de
las sensaciones, del ánimo, de los deseos. Como si pudiese definirse que dolor
es algo físico, sin emoción o viceversa… Semejante desatino sólo puede surgir
de un pensamiento dicotómico, que divide el cuerpo del “alma”,
ese pensamiento que nos inoculó Occidente, la Colonia y su Religión.
Generismo
Dividir el cuerpo del alma es una movida política.
Y también lo es la elaboración del concepto de Género en su dimensión vacía (a-política)
y descriptiva. Ha sido un gran aporte al Liberalismo de parte del Feminismo
institucionalizador, aquel que hoy está en los ministerios, gobiernos, E$tados,
Fuerzas Armadas y de Orden, y en las grandes empresas trasnacionales.
Obviaron la Dominación, compusieron el
relato de los Derechos Humanos, le corrigieron la letra a las Constituciones y
les colocaron “Hombres y Mujeres” y hablaron de Ciudadanía; una ciudadanía,
claro está, urbana, blanqueada, “patriótica”, criolla. Es un relato que pretende
decirnos que somos iguales aunque nosotras, orgánicamente, sepamos que no lo
somos…
Al decir esto recuerdo clarito la sonrisa
burlona de una mujer que dejó a un marido para escapar del hastío. Ella es “mechera”,
o sea roba en supermercados para vivir y consumir droga, suele autodefinirse
feminista y se siente atrapada por el amor de un hombre que le enseñó a robar.
Ella suele sonreír irónica, tiene carácter fuerte, jamás baja el moño ante la
“visitadora” social, el alcalde o la “profesional”, y cuando le hablan de
igualdad y derechos en silencio se dice: “¡creerán que soy tonta!”... Entiende
que los derechos son mentiras porque la mentira sucede todos los días en su
territorio. Hay mucha basura en las calles y esa naturaleza viva está grabada
en su memoria de pobreza; su biografía da cuenta de miserias, anegamientos en
invierno y una madre dependiente afectiva de un marido agresor y eternamente
cansada mientras la criaba. Su cuerpo reciente la desigualdad de ser mujer
pobre, ladrona de oficio, pastabasera, nombrada “puta” por abandonar al marido,
y madre de unos hijos que ya no están a su cargo porque para el E$tado ella no
merece criarles. Para el E$tado $hileno son los hombres con que ella ha estado
los que merecen a las guaguas que ella parió. El primero es un obrero que tiene
al niño mayor y fue su novio por años hasta que ella conoció a su marido e
imaginó que éste sí la amaría (porque eso era lo que ella buscaba, que la
amaran, igual que su madre -y ella lo sabe-). El segundo su –ahora- ex marido,
padre de la guagua, también adicto a la pasta base y a la cocaína; este señor que
–claro está- es hombre, lo que no es un dato menor, tiene una pequeña empresa
de yesos en que la mujer de la que hablo, ayudó por años a trabajar, mientras a
la vez, hacía el aseo, la comida, entregaba afectos y deseos, “pariéndole”
además una guagua. A la semana exacta de que ella lo “abandonó” llevándose a la
guagua y volviendo a la casa de su madre, llegaron los carabineros y se
llevaron a la guagua porque había una orden del juez… Actúo rápido la justicia
(¡cómo pocas veces!), se consigna que el marido también consume drogas, pero
“menos”. El hombre, dice ella, tiene algunos conocidos en tribunales y otros,
entre carabineros. Así, la mujer perdió a su guagua, se quedó sin casa y sin
trabajo.
En un territorio donde ser mujer y buscar,
a cualquier costo, el amor de los hombres -esa forma de reconocimiento social
obligatorio- se nombra “trastorno de personalidad”; donde ser mujer pobre es
peor que ser hombre pobre, donde mechear –robar pequeños productos en
supermercados- es peor que el robo que nos hacen las telefónicas, los bancos y
las patronales, donde las mujeres y los hombres empobrecidos se “angustian” con
pasta base y beben un alcohol que tiene patente aunque mata de manera casi
fulminante, ¡hay que tener mucha cara de palo para decirnos que somos iguales y
tenemos derechos!
El relato de los Derechos no niega la
miseria en el mundo y a la vez afirma que todas y todos tenemos acceso a los
DDHH. ¿En qué quedamos entonces?... ¿Los derechos humanos son más derechos para
unos que para otras?...
Tienen buenos discursos, enriquecidos por
el “Género”. Su lenguaje no creo-modificó la realidad, pero la adornó bastante
y se volvió generista. El Generismo no son sólo consignas vacías, si no toda
una ingeniería que habla de: “Igualdad de Oportunidades, Equidad y Empoderamiento”,
una propuesta pensada y elaborada con inteligencia y lógica. Un relato
analítico muy conveniente para las clases dominantes… Conveniente para “llevar
la fiesta en paz”, como suelen decir muchas mujeres cuando están cediendo a las
exigencias matrimoniales.
¿Por qué la Equidad? Porque no es lo mismo
que derribar la estructura impuesta por las clases dominantes. No es recuperar
la riqueza y los territorios desde su concentración en las manos de una clase
minoritaria y privilegiada. No, la “Equidad” y la Igualdad de Oportunidades, a
veces son simplemente “bonos” que nos dan para vivir “de regalo”, de
complacencia, de caridad, y que se complementan con créditos que pagamos
durante muchos años.
La Equidad se configura con criterios como
mercado, oferta y demanda, y cobertura.
El BID, Banco Interamericano de Desarrollo
y el INDES, Instituto Interamericano para el Desarrollo, en su “Diseño y
Gerencia de Políticas y Programas Sociales”, habla de la Equidad como un concepto
asociado a la Eficiencia, Eficacia y Sostenibilidad.
No haré acá un análisis detallado (hay
otros escritos donde lo hago), sólo diré que el Generismo es un engendro liberal-republicano
que se combina muy bien:
LIBERALISMO
|
REPUBLICANISMO
|
Libertad
De la No Interferencia
|
Democracia
Participación para elegir a gente de la
Clase Política
|
Individuos
Consumidores
|
Ciudadanos “participativos”
|
Eficiencia
|
Mérito
|
PODER
EXCELENCIA
|
VIRTUD CÍVICA
IGUALDAD CÍVICA
CIUDADANÍA
|
Técnicos
Ingenieros
Empresarios
Consumidores
|
Políticos
Ciudadanos
|
Valora la EXPERTICIE
|
Valora:
la Razón masculina y
la virtud femenina como complementaria
|
Hace poco un brillante y agresivo joven
liberal decía en un debate en tevé algo así: “¿Qué prefieren?: Igualdad, pero
escaso desarrollo, o desigualdad, pero desarrollo y posibilidad de movilidad
social”.
Agradezco haberlo escuchado. No habría
podido comprenderlo sin su didáctica intervención. Deduzco que en esa
ideo-logía es preferible la Desigualdad pero con la promesa de que podremos
lograr eventualmente acomodarnos en escalones sociales más altos. Algo parecido
al antiguo sueño americano, pero más pragmático.
La Modernidad Neoliberal se puede dar el
lujo de negarse y renegarse en la medida que tenga una Clase Política incluso
conformada –excepcionalmente- por comunistas, mujeres e indígenas, que prometan
que su ejemplo, o sea, la movilidad social obtenida por ellas y ellos –o por
los futbolistas, que para el caso lo mismo da- está disponible para otras, para
todas, aunque el costo sea la Desigualdad de las mayorías.
Informan sobre “derechos”, se lamentan de
que no se cumplan, pero jamás desarman el control de los territorios, de los
cuerpos, de las biografías y de la memoria. Asumen la generización, la
heterosexualización, la racialización y la división en clases sociales como
algo “lamentable” pero inamovible. No lo destruyen. Es justamente desde esta realidad
estratificada, segregada, que se lleva a cabo hoy la Trata de Personas en el
mundo como una industria global.
Por otro lado, la heteronormatividad tolera
el matrimonio gay, o el AVP –ese guettho llamado “Acuerdo de Vida en Pareja”-,
y cuotas de poder políticas disponibles para mujeres, “indios”, “negros” y
homosexuales públicos… y por qué no, ya
vendrán políticas, declaradas públicamente lesbianas –lo controvertido será que
Lesbiana es una definición política radical, pero eso no se explica cuando se
coopta el lenguaje.
Desaparecen las víctimas
Hubo algunas complacencias de vuelta por
los favores prestados del Generismo al colonialismo neoliberal: Leyes VIF,
contabilización de femicidios, reconocimiento de la que llaman “Violencia de Género”.
Y ahora nos dicen que desaparece el machismo porque “las mujeres han ganado
mucho”...
¿Qué mujeres han ganado tanto?...
Las políticas, las presidentas, las
diputadas, las senadoras, las gerentas, las generalas, etc.… (el acceso a la
Clase Masculina, las ha colocado en otro lugar). Las demás no hemos “ganado”,
más bien hemos resistido de maneras diversas, a veces con insidia y
agresividad, y recuperado en algo nuestros cuerpos. Hemos gritado, denunciado,
nos hemos enfrentado al Poder Colonial. Nos hemos defendido, tanto, que ahora
nosotras somos “las violentas”. Y en los programas de la tevé que ven todas las
vecinas –y que yo veo cada vez que puedo- siempre junto a un caso de violencia
contra las mujeres, se presenta algún caso de mujeres malas madres, esposas “infieles”;
y si se habla de mujeres muertas por sus parejas, debe matizarse con algún caso
de mujer que asesina a su marido o alguna otra mujer psicopatizada –aunque las
homicidas sean 1 contra 99-. Y si se muestra mujeres sin ropa, se exige hombres
en la misma condición porque “para eso hay igualdad”.
Ya no somos víctimas. Antes tampoco lo
fuimos porque la Violencia contra las Mujeres era invisible, y ahora que la
violencia se ha reconocido en cifras, tampoco, ya que justamente gracias al generismo,
“se estaría resolviendo”.
De ahí surge como hijo pródigo la famosa “Violencia
Cruzada” de la que tanto hablan los profesionales de los servicios e
instituciones que atienden personas por diversos motivos, incluidas las mujeres
que acuden porque viven violencia.
Hoy, la desconfianza en la víctima pasó a
ser más misógina que nunca. Y con un nuevo discurso de desvictimización y
empoderamiento proporcionado por el Generismo. La culpa se ha trasladado desde “la
culpa de provocar” a la culpa de victimizarse.
Me encontré con colectivas y con feministas
tanto en Chile como en Bolivia, que fruncieron el ceño al oír hablar de
Violencia Contra las Mujeres, considerándolo “un tema poco político y/o
victimista” que centraba a las mujeres “en su ombligo”.
Y he intentado escudriñar en ese
sentimiento de desagrado de muchas mujeres, incluso compañeras, ante las
víctimas. Es un sentimiento que incluso a mujeres que viven violencia, las
apresura a negar que sean víctimas y desde ahí a aminorar los hechos, disculpar
los sucesos, encontrar su propia culpa para llegar a ser violentada, humillada
y maltratada.
Es como cuando subrayan “sí, pero es sólo
violencia psicológica”, como si ello disminuyera el daño.
Las víctimas hemos sentido vergüenza de
serlo. Pareciera que la definición “víctima” es en sí misma peyorativa, evoca
estupidez, debilidad mental y nuevamente culpa.
El punto es que no hay mujer que no sea
víctima de violencia, somos sobrevivientes. Nacer hembra es ya motivo para ese
trato, incluso si no te sientes mujer o si no naciste con útero, pero se te
cataloga como tal.
Tal vez por esto mismo surge este fenómeno
del rechazo a las víctimas. Ninguna queremos vernos en ese lugar que nos han
enseñado como estanco y hemos preferido autoengañarnos diluyendo así la
conciencia de estar siendo violentadas, y como consecuencia, paralizamos la
autodefensa.
No queremos ser llamadas “víctimas”. Nos
evoca autocompasión, tal vez personajes risibles de telenovelas y radioteatros
antiguos y modernos. Nos hace pensar en nuestras madres y abuelas, a las que
tal vez hemos despreciado y/u odiado de cuando en cuando. Preferimos ser como
nuestro padre, un espíritu inteligente, creativo, libre y reconocido. Tantas
nos hicimos feministas, libertarias, guerrilleras, fuertes, para eso, para no
ser ellas: las víctimas.
Queremos alejarnos lo más posible de las
víctimas y como no contamos con lógicas que no sean dicotómicas, cuando lo hacemos, nos acercamos demasiado a
los victimarios. Las víctimas comienzan a provocarnos burla, indiferencia,
desprecio. Creemos que las víctimas no pueden ser dignas, buenas estrategas,
fuertes, rebeldes. Reconocemos, con la dicotomía colonial que nos caracteriza,
sólo un lugar estanco para la víctima, una imagen congelada: disminuida,
avergonzada, temerosa, confusa. Nada que se le parezca a las que queremos ser
(ni a la que realmente somos). La dificultad para ver los procesos que nos
inocularon desde Occidente desarrolló una mirada insuficiente, básica e
ignorante.
Las vivencias no son lugares estancos, son
procesos. La víctima también se defiende, se enfrenta, planea, arma y desarma
estrategias, sobrevive cuando lo logra; se alivia y fortalece, denuncia. La
víctima también devuelve el golpe, se parapeta, planifica atentados, se
encapucha, tira piedras, planea su liberación, se violenta. Cuando calla en
cambio, se debilita. No podemos desanimar a las víctimas a reconocerse como
tales, a gritar a los cuatros vientos y a publicar que están siendo violentadas;
tampoco juzgar a las que se defienden o negar la autodefensa de las mujeres.
Ser víctima es una condición estructural en
el sistema mundo que opera. No sólo por ser generizadas, sino también por ser
clasificadas económica y socialmente, racializadas, heterosexualizadas. Y como
toda condición construida, se puede fisurar, quebrantar, destruir y eso se hace
de manera colectiva y feminista. No será el patriarca E$tado ni sus Gobiernos
de turno, tampoco los gobiernos dirigidos por mujeres, comunistas, “negros”,
“indios” u homosexuales, quienes “vengan a liberarnos”.
Si no destruimos la Colonialidad del Poder
que subyace al sistema dominante no terminamos con la victimización de las
hembras humanas y muchas otras hembras no humanas. Si no desarmamos al
colonialista interno, si seguimos aspirando a la Civilización contra lo que
consideramos “Salvajismo”, no haremos revoluciones.
Hablo de Violencia Estructural porque es
vertebral, sostiene desde una columna sistémica una lógica asimétrica y
dicotómica que segrega, estratifica, jerarquiza los territorios y los cuerpos
que los habitan. Es una estructura que domina los cuerpos y la geografía.
La Dominación No es neutral, no es subjetiva,
ha premeditado sus objetivos y produce un relato totalizante, cronológico,
racializado, generizado, heterosexualizado del Saber y la Sexualidad, que parte
desde un “salvajismo antinatural” a una civilización heteronormal. Es decir
Civilizar es exterminar a la salvaje, borrar a las hembras y sus poderes.
Y en este contexto violento de por sí, las
comunidades que se defienden se transforman -en el discurso institucional-, en
terroristas, pandilleros, colocabombas, “peligrosos anárquicos veganos”, etc. y
las mujeres en violentas quintralas… Es tal la sobreideologización, que la
violencia estructural ha logrado que a las mujeres que se defienden, hasta las
comunidades reprimidas, las clases explotadas, y los rebeldes a la
heteronormatividad, sean capaces de señalarlas como “demasiado violentas”,
malas mujeres, malas madres, malas esposas… y decretar: “Violencia Cruzada”.
La Violencia Estructural mantiene clases de
seres y especies completas sometidas y depredadas. Los territorios se invaden, pueblos
enteros se esclavizan, las migrantes negras, los hombres de color llegan a
nuestros territorios también invadidos a barrer el metro rememorando la
esclavitud del Norte.
Dentro de esta realidad que no ha mejorado,
si no que se ha vuelto especialmente cruenta, se segrega particularmente a un
tipo se ser humano, las hembras, para la reproducción, la producción y como
fuerza de trabajo cotidiana y asalariada, más mal pagada que la peor pagada de
los hombres pobres. Es este estado concreto de cosas el que hoy permite la
Trata de Personas en el mundo, el Femicidio, la División Sexual del Trabajo, la
acumulación neoliberal.
Esta estructura se desarrolla y profundiza en
las culturas locales por la complicidad de género de varones invadidos con
varones invasores, por el cohecho que sacan de todo esto las burguesías locales
y por la indiferencia de demasiadas mujeres blancas occidentales ante el
genocidio contra indios, indias, negros, negras y champurria. Por otra parte
desde nuestros territorios la indiferencia e ignorancia ante la Trata de
mujeres blancas de países de Europa del Este actualmente, es sobrecogedoramente
xenofóbica y racista.
Esclavitud: Neoliberalismo y Colonialismo
La Violencia Estructural reedita -y más
vigente que nunca- el Intercambio de Mujeres.
La que llaman PROSTITUCIÓN y COMERCIO
SEXUAL es EXPLOTACIÓN SEXUAL e Intercambio de Mujeres común y normalizado.
En ese mercado las mujeres y “sus
productos”: niñas y niños, son mercancía que se intercambia sin nada de
intervención de la propia persona intercambiada. La mujer en Trata está
raptada, incluso sin estar drogada, amarrada o encadenada. El medio que le
rodea es tan adverso y normaliza a tal punto este intercambio, que la mujer
percibe que no hay escapatoria.
Lo mismo hemos sentido las mujeres y niñas que
hemos sido detenidas o encarceladas en dictaduras, lo mismo hemos sentido en
situaciones de violencia cotidiana y particular de parte de un marido,
conviviente, padre, padrastro, novio, caficho... La percepción de que no hay
más escape que morir y matar no es ajeno a las millones de niñas y mujeres que
viven violencia hoy y no están en la Trata. Muchas se defienden. Y no hablo
simbólicamente. Defenderse es devolver el golpe, emboscar y hasta matar. La
esclavitud estructural de las hembras está tanto afuera de la Trata, como
dentro de ella.
- Las personas intercambiadas son generizadas, definidas mujeres, niñas, niños, tal vez transgéneras por sus cuerpos, apariencias y especialmente por su genitalidad: es el CUERPO el que se Intercambia.
- Son clasificadas socialmente como pobres, necesitadas, gente que no será reclamada, gente que vivía junto a otra gente sin nada o escaso poder: es la BIOGRAFÍA de Clase la que lo facilita.
- Son racializadas; pertenecen a territorios determinados, muchas veces a geografías devastadas por guerras, guerrillas, invasiones, caídas de sistemas políticos, etc.: es el TERRITORIO el que se rapta para la Trata.
La MEMORIA de todas las mujeres se ha
borrado. Tanto de las que están en la Trata como de las que no lo estamos. Por
eso no hemos enhebrado lo suficiente los acontecimientos y las prácticas en el
desarrollo de la Historia de las Mujeres. Si lo hiciéramos no sonaría como una rareza (“contra-revolucionaria”
para algunos y sus camaradas mujeres), hablar de una Clase Mujeres.
No hemos tirado una línea directa entre la
Historia ancestral de la Mujeres y la actual, por eso no logramos ver que el
Intercambio de Mujeres que Levi Strauss visibilizó –sin demasiados
cuestionamientos- se actualizó: la Historia de Dominación de las Mujeres continúa
y toma nuevas maneras de expresarse.
La Clase Masculina
Las mujeres y niñas que viven violencia
cotidiana fuera de la industria de la Trata, también son generizadas, territorializadas,
heterosexualizadas y clasificadas por clase.
Una niña en un sector rural será aún más
vulnerable al agresor que una niña en la ciudad; también será distinto el
acceso y el trato que tendrá en las instituciones del “circuito de protección” una
mujer analfabeta, analfabeta por desuso, adicta o alcohólica, que una mujer
menos empobrecida, que ha logrado el acceso a instituciones como la Educación
Superior.
Las mujeres y niñas también son
racializadas. En este punto, hemos oído muchas veces
discursos-explicaciones-justificaciones anti-éticas en derechas como en
izquierdas que afirman sin complejos que diversas situaciones de violencia
coincidirían “con la cultura local o popular” y que ese sería “su estilo” de
relación, lo que al parecer en esa comprensión, haría tolerable, menos dolorosa
y no denunciable la violencia vivida.
Es decir para izquierdas y derechas la
violencia contra las mujeres muchas veces queda reducida a “cultura”,
“tradición”, “usos y costumbres”.
Hemos escuchado, no una, si no muchas veces
que los matrimonios de niñas con adultos, que las lapidaciones, que la
extracción del clítoris, que las violaciones masivas a mujeres de pueblos en
guerra, que la obligatoriedad de parir, son Cultura. También nos han querido
convencer que el sufrimiento de los varones del proletariado no sólo explica si
no justifica sus actos de violencia, acoso y presión contra las mujeres y las
niñas; o que las mujeres y niñas “sufren tanto” cuando abortan, que “lo mejor
para ellas” es que se queden con el embarazo que rechazan.
Los subterfugios de la Clase Masculina
están presentes también en los varones con menos poder, en los más pobres, en
los invadidos, en los homosexuales, en los sometidos a otros hombres.
¿Qué defienden ellos? A menudo se subraya
desde las izquierdas que los hombres explotados “no tienen nada que perder”,
pero al parecer sí lo tienen. Lo único que les queda y lo último que pierden
son sus privilegios de Clase Masculina. Aunque estén en el último y más bajo escalón
de la pirámide si algo les queda, es el poder jerárquico de varones. Eso les
queda y eso defienden: sus intereses de una Clase transclase, una Clase que
traspasa posición, condición, situación social y hasta territorio. Una Clase
dada por un cuerpo particular con atributos y carencias determinadas como la de
la reproducción. Una Clase que ha construido una memoria negando otras memorias
y en las que siempre son los varones los héroes, los explotados y los revolucionarios
dignos de imitación y adulación.
Trata Humana
Es importante subrayar para quienes dicen y
creen que las mujeres “han avanzado tanto” que la Trata Humana en pleno siglo
21 articula el Trabajo Forzado y el sexo con la Colonialidad del Poder. Es una
fórmula perfecta y muy actual.
Hay 28 millones de esclavas y esclavos en
el mundo que son usados para:
Trabajo forzoso
Esclavitud sexual
Tráfico de órganos
(Es lo que se sabe).
Hay 1 millón 500 mil esclavas sexuales. Son
mujeres, niñas, niños, tal vez personas intersexuales. Dicen que este negocio
puede llegar a dar US$ 35 mil millones de dólares anuales, que es un NEGOCIO
menor que el del Tráfico de Drogas, pero MÁS RENTABLE PORQUE:
- LA MUJERES NO SE CULTIVAN
- UNA SOLA MUJER SE USA MUCHAS VECES
- UNA NIÑA DE 16 AÑOS YA HA SIDO VIOLADA POR 100 HOMBRES
La fuente de este análisis es KARA SIDDARTH
y su libro: “Tráfico Sexual: El Negocio de la Esclavitud Moderna” (ver
bibliografía).
También, el Informe "Esperanzas
traicionadas: el tráfico de mujeres y niñas a Bosnia y Herzegovina para la
prostitución forzada", de 75 páginas, que fue hecho en 3 años de
investigación por Human Rights Watch** y devela que:
Aproximadamente 2.000 mujeres y niñas
fueron vendidas en Europa del Este en precios de entre us$ 695 y us$ 2.315
dólares. Mujeres de Moldavia, Rumania, Ucrania, Rusia (generizadas,
heterosexualizadas y racializadas, clasistamente).
La Policía Internacional de la ONU en
Bosnia ha facilitado –y probablemente facilita- el tráfico de mujeres: La Misión Internacional
de las Naciones Unidas en Bosnia y Herzegovina y sus agentes son cómplices de
la Trata Humana:
- Falsificaron documentos
- Patrocinaron burdeles
- A veces -¿Cuántas veces?- tienen participación directa en el tráfico.
- Visitan clubes nocturnos como clientes o exigen que les lleven esclavas sexuales a sus casas
- Manipularon testigos
- Compraron mujeres y sus pasaportes.
Se dice en el Informe mencionado que los
agentes culpables fueron repatriados, pero no procesados en Bosnia y
Herzegovina. 18 agentes de su policía internacional habrían sido repatriados
por su "mala conducta sexual". Así le llama el informe de Human
Rights: “mala conducta” como si fuese un acto colegial que merece una simple amonestación.
Aunque trabajadoras y trabajadores de las
instituciones de Derechos Humanos develen el horror que se produce desde las
propias instituciones, aunque sea aceptado que lo informen ante la
inevitabilidad de los hechos que notoriamente salen a la luz, el lenguaje de
los informes es el lenguaje de los informes, establecido y elaborado para no
reconocer ni dimensionar que el contexto de la Esclavitud Humana son los
territorios y el uso de los cuerpos según sexo-género, raza y clase.
La Trata Humana es un fenómeno estructural
y no local, y se relaciona con la Migrancia en el mundo, muchas mujeres que
escapaban de la pobreza o las guerras y guerrillas, fueron atrapadas por la
Industria de la Trata. La gente debe desplazarse de sus territorios por hambre,
desocupación, falta de oportunidades y fuego cruzado. Esto es Estructural.
La Migrancia también es generizada y tampoco
es neutral. Son más las mujeres inmigrantes que los hombres. Ellas, según
informes internacionales, predominan en flujos migratorios hacia países que
favorecen el asentamiento permanente –mientras que los hombres, hacia países
que favorecen la inmigración laboral-. El año 2000 casi el 51% de todos los
inmigrantes en el mundo “desarrollado” y el 46% en los llamados “en vías de
desarrollo”, eran mujeres. Y la mitad de quienes emigran desde los países del
continente americano, son mujeres. Es género, raza y clase.
La violencia generizada en los territorios
más diversos no es categorizable y mejor que no lo sea porque categorizar es
colonial.
Es fundamental sí, entender que no puede
reducirse la violencia generizada y el femicidio a hechos individuales, ya que
sucede colectivamente en Colombia, Irak, Sudán, Chechenia, Nepal, Afganistán,
Congo, otros países de África y países árabes; sucede en guerras y guerrillas,
en dictaduras como la fascista de Pinochet que promovió la Dere$ha $hilena, y en
regímenes religiosos diversos.
La violación, la mutilación, los abortos
forzosos por ejemplo son un arma contra el enemigo y otra manera generizada,
heterosexualizada y racializada de Dominación es que los E$tados de Dere$ho
como el que hay en Chile, nos obliguen a parir.
El tiempo de las mujeres es un tiempo de
Clase
Hay un tiempo que sólo se le adjudica a la
Clase Mujeres. Creo como las feministas materialistas que las Mujeres somos una
Clase. Y la estratificación y jerarquización de los Tiempos de Trabajo, como el
sometimiento femenino a los tiempos de trabajo impago, también lo confirman.
En Chile, un Estudio de la Corporación
Domos, el SERNAM y la Universidad Bolivariana hecho en 2008, concluyó que las
mujeres trabajan en trabajos gratuitos,
no pagados, durante 6,3 horas de su día, mientras que los hombres, trabajan sin
paga sólo 2,5 horas de su jornada.
A partir de esto el Estudio infiere que
sólo en la RM, el trabajo sin paga de las mujeres, aporta US$ 17 mil millones
(de dólares) a la economía chilena de esta Región (RM), es decir, el 26% del
Producto Interno Bruto (PIB).
Así, casi el 70 por ciento (el 69%) del todo el trabajo NO
Remunerado que requiere nuestra sociedad, lo hacemos las mujeres. Eso quiere decir
que en una estimación de un día laboral, a una mujer le quedarían 40 minutos
para la recreación, el ocio, el desarrollo propio y la creatividad, mientras
que a un hombre también empobrecido, le quedarían 4 horas -media jornada de
trabajo- libres, para todo eso. Hice un
dibujo esquemático para entenderlo.
No hablo de “compartir tareas”. Espero que
nadie entienda que imagino siquiera transacciones familiares, matrimoniales e
individuales de tiempo y trabajo;
tampoco estoy pensando en “salarios para la amas de casa”.
Constato la realidad social de una Clase de
seres humanos triplemente explotadas y empobrecidas:
por las patronales y su Economía Neoliberal
del Trabajo Asalariado que es un fenómeno de Clase en el aspecto más clásico,
por el E$tado que aprovecha una porción
importante del PIB gracias al trabajo femenino que no retribuye,
y por la Clase Masculina que entre muchos
otros privilegios, obtiene cuatro horas libres en la base de más de 6 horas de
trabajo sin paga alguna de las mujeres.
A las mujeres, a partir de nuestra situación
y condición, a partir de la clase que ocupamos, se nos deteriora la salud, el
cuerpo en general, se nos reducen los tiempos y las posibilidades de desarrollo.
En un país donde ya somos pobres las mayorías, las mujeres somos empobrecidas
aún más en tiempos, placer y espacios para la creación.
El techo para las mujeres está por debajo
del techo económico de los hombres siempre. En el caso de Chile debemos tomar
en cuenta entonces que el 10% más rico de los habitantes, se lleva el 40,2% de
los ingresos totales del país (en 2006 se llevaba el 38,6%); y el 10% más pobre
se lleva solamente el 0,9% de los ingresos totales del país (en 2006 se llevaba
el 1,2%). Así, el 10% más rico de la población tiene ingresos 46,2 veces
superiores a los del 10% más pobre. Mientras en la Encuesta Casen –de
Caracterización Socioeconómica Nacional- 2006, la relación era 31,3 veces. Esto
quiere decir que entre 2006 y 2008, los ingresos de los más ricos crecieron un
9,1% mientras los de los más pobres no alcanzan los 2 puntos de crecimiento (sólo
1,8 veces).
Las cifras más nuevas, de 2011, confirman
todo lo dicho y agregan que Chile (que escribo a menudo como “$hile” con signo
pesos) tiene más multimillonarios que países como Suiza, Austria, Dinamarca,
Holanda, Noruega y Finlandia. Además en comparación con los países que cuentan
con mediciones, el 1 % más rico se lleva el mayor porcentaje de la renta
nacional. En contraste, el 75 % de los trabajadores y trabajadoras ganamos
menos de US$ 1000 (dólares), mientras los gastos cotidianos, familiares y
personales superan esa cifra y nos obligan a estar apresadas por los créditos
que a menudo provocan desastres familiares en lo económico, de los que muchas
no llegan a recuperarse jamás pues los intereses suben diariamente.
En esta realidad, las mujeres sumamos
pobrezas: el cuerpo arrebatado, la maternidad obligatoria, la memoria borrada,
la identidad desfigurada.
Por un feminismo champurria
La experiencia a menudo escapa a las
descripciones. El lenguaje no basta.
La experiencia concreta y material es más
amplia y profunda que los símbolos e ideas sobre algo. Los símbolos surgen como
una construcción social a partir de un devenir de seres que tienen experiencias
materiales, Y NO AL REVÉS. No me parece
que el lenguaje crea realidad; tampoco la modifica, la puede visibilizar y también
invisibilizar y negar. EL LENGUAJE NO ALCANZA PARA los recovecos y sinuosidades
del hacer en la biografía y la geografía de los cuerpos.
Así en este carnaval de generismo, la violencia
doméstica y sexual mutó a violencia contra las mujeres; la institucionalizaron
como “violencia intrafamiliar” (VIF), y le han llamado – le llaman- “De
género”.
Es verdad, sin duda, es doméstica y sexual.
Es Violencia contra las mujeres, claramente. Pero ”Intrafamiliar” y “De
género”, son definiciones que no toman en cuenta para nada la correlación del Poder
Colonial sobre las “mujeres” como clase, ni el ejercicio del Poder de la Clase Masculina
en nuestras sociedades, remedos de occidente.
Con el tiempo, viviendo violencia y
trabajando con mujeres que la vivían y la denunciaban, varias compañeras nos
fuimos dando cuenta que se quedaba corto aquello de Violencia doméstica y
sexual, y que Contra las Mujeres nombra a “alguien” universalmente generizada:
una mujer blanca, occidental, pequeñoburguesa, educada, liberada y moderna. Una
MUJER particular y distinta a las que somos. No somos la mujer occidental
–sabiendo que “ella” tampoco es una existencia universal-. Pero se hace aún más
claro que no lo somos por la indiferencia que muestran nuestras comunidades en
relación a la violencia contra nosotras.
Es una indiferencia pragmática -no
discursiva porque reconozco que los discursos han evolucionado-. En las
vivencias materiales, descubrimos que nosotras estamos para servirles, parirles
y tolerarles, y si no lo hacemos es “motivo justificado” de violencia; y si nos
defendemos es “Violencia Cruzada”.
Nuestras comunidades no nos compadecen, es
decir, no padecen con nosotras, porque, al parecer, las mujeres de color
estamos para “el aguante”.
En las calles de nuestras ciudades, en los
caminos rurales de nuestros territorios, en la atención en empresas e
instituciones, esta vivencia: “el aguante”, es muy clara. Estamos descartadas
para la fragilidad, para ofendernos, negarnos a esperar, enrabiarnos con los
malos tratos. Y es que somos las salvajes invadidas, una casta inferior.
Mientras los varones de estos territorios
se han civilizado bastante y los que no, “al menos son hombres”; mientras las
mujeres criollas –aquellas que se construyen desde sus ancestros europeos-
también se muestran como damas sigilosas, dignas y merecedoras de respeto,
nosotras somos “maleducadas”, “ignorantes”, “insistentes”. Hemos permanecido como
“la mona que aunque se vista de seda, mona se queda”. Y no es malo. A nosotras,
por la vivencia del desprecio cotidiano y por el colonialismo interno que
padecemos, tantas veces, nos parece algo negativo, una debilidad. Porque contemplamos
como nuestras hijas, nuestras hermanas jóvenes, salen de casa a trabajar a las
empresas que las emplean, vestidas de damas, uniformadas a menudo y ellas
parecen más civilizadas. Igualmente, somos inteligentes, sabemos que es una
puesta en escena social. Pero muchas veces sufrimos las consecuencias de la
falta de conciencia de esto. El traje de tienda, la figura esforzada por verse alta
y esbelta, el blanqueado de la piel, el lenguaje cortés, que parecían meras estrategias,
se transforman, a menudo, en un sentido en sí mismas, y la que no tiene edad y
belleza suficientemente occidental para vestir así, no es esbelta, alta, ni
parece blanca y no logra hablar de manera occidental, debe tolerar el desprecio
de sus propias hermanas de clase, de sus propias hijas, al otro lado del mesón
del Banco, la telefónica, la empresa de Luz o de Agua, cuando va a pagar o a
reclamar por los abusos; también se queda parada impotente en la recepción del
Hospital, la Urgencia, el Municipio, La Oficina de la Mujer u otra institución
cuando necesita apoyo del mismo E$tado que aprovecha su trabajo cotidiano impago.
Si bien es cierto que la vivencia de
opresiones es abundante, también lo es que las resistencias y rebeldías que
oponemos van a la par. Y por eso creo que asumir una conciencia no arribista ni
desclasada de ser unas salvajes y la fortaleza que ello aportaría a las
identidades que construimos, puede constituir un poder inmenso en sí mismo.
Propongo autocomprendernos y gozarnos como una Clase que puede autoliberarse.
Somos champurria es decir mestizas y ser
mestizas no es “no ser nada”, como me han subrayado algunas lamngen mapuche.
Vivencio que ser mestiza es una identidad con memoria y la posibilidad de descubrir
a las que nos han precedido en nosotras; a mí me ha servido para desarmar un
poco más, la misoginia que nos envenena a menudo y nos hace odiar a nuestras
madres y abuelas, fuesen las fuesen, como fuesen, hallan hecho y pensado lo que
fuese. Las que nos criaron, las que se fueron, aquellas a las que mataron por
violencia machista, las que nos abandonaron, las que sin parirnos estuvieron y
nos criaron… Como ellas, somos indias, negras, pobres, lesbianas, viejas,
pobladoras, con pocos estudios, del campo, explotadas sexualmente,
conservadoras y hasta reaccionarias, de culturas distintas y escasamente
blancas, con creencias mezcladas.
Todo esto y mucho más que no conozco, somos,
y sobre todo esto podemos construir -no el “empoderamiento”- si no el
fortalecimiento de nosotras para la autodefensa, la autoliberación y la
construcción de unas vivencias que sean las que realmente queremos vivir. La
potencia de la alegría y el placer en nuestros cuerpos y emocionar, son fuerzas
que sobreviven en nosotras y podemos desarrollarlas entre mujeres.
Así, vuelvo a subrayarle a las
instituciones y a sus trabajadoras y trabajadores que hablar de “Violencia Cruzada”
en esta realidad material, memorial y territorial, ofende nuestra inteligencia,
pero sobre todo nos ofende a nosotras, a nuestras vivencias y a nuestra existencia
histórica; a nuestra experiencia y a lo que hemos elaborado por años.
En la práctica, hablar de “Violencia
Cruzada” es negligencia absoluta y negación de apoyo a las mujeres que viven
violencia, como a las comunidades que viven violencia.
Afirmo que la $hilenidad y la “Patria” son
racistas y por ello el E$tado $hileno ataca, allana, encarcela e inculpa a las
comunidades mapuche como lo hace***. Así mismo, la denominación “Violencia
Cruzada” es reafirmar la Dominación de las mujeres.
Referencias
*Este documento fue la base para una
exposición en el seminario “Violencia estructural: análisis de sus
consecuencias en la vida cotidiana”, al que fui convocada por el equipo del
Centro de la Mujer de SERNAM, Servicio Nacional de la Mujer de la Comuna de San
Carlos, en la Provincia de Ñuble, Región del Biobío el 13 de noviembre del
presente año (2014), en el Centro Cultural de San Carlos. La exposición tocó
sólo algunos puntos principales del texto y fue complementado con una
presentación en Power Point titulada: Mujeres: Cuerpos Colonizados.
** CIMAC NOTICIAS. Periodismo con
perspectiva de género. “No fueron procesados los policías internacionales
implicados. Permiten agentes de la ONU venta de mujeres en Bosnia”. Carina
Carriedo, 04/12/2002
*** las ideas centrales de este texto
fueron expuestas en el Seminario junto con una presentación de imágenes que
denuncia la violencia de E$tado contra las mujeres kurdas, afganas y otras,
contra las lesbianas en Sudáfrica y lo equipara a la violencia del E$tado
$hileno contra las mujeres y las comunidades mapuche en el territorio de
Wallmapu, institucionalizado como “Chile”.
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