Hacer cuerpo: gordura femenina y empoderamiento
X Paz Moreno/Enviado X Puka Uma
Lo cierto es que las redes del poder pasan hoy por la salud
y el cuerpo. Antes pasaban por el alma. Ahora por el cuerpo. Michel Foucault
“Soy un buen corazón, inteligente, atractiva, persona, y
estoy gorda. No hay paradoja allí”, afirma Kate Harding1. ¿Por qué asumir la
gordura como parte de la construcción personal, como una condición del cuerpo,
mutable o no, como tener el pelo largo o corto, la nariz grande o chica, los
ojos café o negros? ¿cuál es la paradoja? ¿cuál es el valor de evidenciar la
ausencia de contradicción?
La normatividad de los cuerpos es una fuerza arrolladora que
determina y construye. Crecimos siendo interceptadas por estímulos –y por
figuras que ya han sido intervenidas por ellos- en un devenir eterno entre el
deber ser y lo que se es. En este contexto, el cuerpo gordo ha amanecido como
un espacio de detrimento y ha desaparecido de las posibilidades. Las gordas no
podemos encontrarnos en los anuncios de ropa, de cerveza, de desodorante. No
nos encontramos en el cine, a no ser que sea en comedias ridiculizadoras o en
el drama que implica el sufrimiento de la gorda y su posterior redención al
convertirse en delgada. La gordura solo puede ser un espacio estacional en la
vida, un descuido, algo que debe ser transformado en flaco. Las gordas estamos
enfermas, tenemos diabetes, hipertensión, problemas articulares y un largo
etcétera que articula nuestra naturaleza como seres limitados, hay cosas que
“obviamente” no debemos hacer. Las gordas no podemos usar bikini, comer en
público, ponernos ropa sugerente. No podemos ser de carácter, ni demandar en la
vida, menos con las parejas, tenemos que agradecer que alguien ose amarnos. No
podemos ser sensuales porque es ridícula la gorda con ligas y baby doll,
podemos con mucho esfuerzo aspirar a la ternura como medio de conquista, al
humor, porque la gorda amiga y graciosa tiene que ser, porque gorda enojona
sería el colmo. La gordura es un constituyente, una serie de rasgos que
estructuran una idea de subjetividad. Ser gorda “es también ser fea,
indeseable, poco saludable, floja, amorfa, boba, lenta, pelotuda”2, paciente,
amorosa, maternal, asexual, floja, tierna… No es una condición física. La
complejidad de esta dinámica radica en que se da desde la naturalización
despiadada y sus discursos, se regulan, combinan y resuelven fundamentados en
la salud, la política, el arte, la estética y todas las posibilidades de
pronunciamiento de poder. La normatividad ha establecido que la gordura es la presencia
de un cuerpo que debe ser silenciado y eximido de la esfera pública y, con
ello, de la política.
Asumir que se posee un cuerpo gordo, disfrutar de él sin
desear cambiarlo, ser gorda y asumir esto no como un agravio o menosprecio, ser
gorda y no querer –necesariamente– bajar de peso; es decir, que este no sea un
constituyente más que físico, es hoy una irreverencia. La aceptación de mi
propia gordura me convierte instantáneamente en activista. En primer lugar,
porque producto de la construcción subjetiva externa de mi cuerpo, las gordas
necesitamos realizar un proceso para poder aceptarlo. Mi cuerpo es rechazado
–no solo socioculturalmente, sino que además por la propia dueña- y debo luchar
contra objetarme todo el tiempo, contra la tendencia a negarme gracias a lo que
establecen los distintos mecanismos sociales y de mercado. Lo desafiante es que
si lo logro, con la complejidad que conlleva, de igual manera se vuelve al
margen, se retorna a la no aceptación, porque la gorda autoconforme, autoaceptada,
feliz, se convierte en paria. Es un reto explicar que no tienes un pendiente
con tu cuerpo. Evidenciar que en comentarios como “igual eres bonita”, “si
bajas unos kilos te verías muy bien”, “pero ¿y no tienes ninguna enfermedad?”,
“estás más flaca, qué bien te ves” hay un sesgo durísimo, que implica que mi
cuerpo está destinado al cambio, que lo que soy hoy no está asociado al
(cuestionable concepto de) belleza o a la salud o a lo erótico y que decidiste
desechar ese paradigma. Es arduo mantenerse en la línea de la autoaceptación
del cuerpo gordo cuando no encuentras ropa de tu talla y la norma indica que es
tu cuerpo el que debe cambiar para entrar al mercado y no al revés. A eso me
refiero con el activismo, la aceptación de la gordura requiere que los discursos
estén en la mesa, que no sea un conocimiento marginal, porque es necesario
tener un respaldo teórico, social, humano, que te apoye y calme la angustia y
la culpa a la que el sistema somete nuestros cuerpos.
La estructura de la culpa en esto sí que es un lastre. Creo
que es el mayor castigo social de la gordura. Las gordas no podemos sentir
libertad sobre nuestros propios cuerpos, ni sobre nuestras posibilidades de
elección. La culpa genera la paranoia (justificada o no) de que todo nuestro
acontecer, especialmente lo negativo, está radicado en la gordura. La sensación
de éxito en una relación de pareja, en el mundo laboral, el desarrollo
académico pueden estar mediados por nuestra percepción acerca del peso. Comer
en público nos expone, entrar a una tienda de ropa abre la posibilidad de la
herida. Cuán marcadamente no recordamos el(los) momento(s) en que nos dijeron
gorda en la calle o cuando al preguntar por una prenda, nos negaron cualquier
información con la frase “no hay en tu talla”. He ahí el eterno retorno de la
culpa. Las ganas de arrancarse trozos del cuerpo y de morirse de hambre. Y
llega el límite que rompe el deseo, como dice esa canción kitsch. Porque llega
la ausencia de este (no solo sexual, intelectual, el pulsional, vital…) y algo
dentro de una debe quebrarse para comprender que hay una necesidad imperante de
un análisis mayor y que a veces hacer cuerpo es más complicado que hacer
patria.
Las gordas necesitamos hacer cuerpo. Tenemos que dejar de
definirnos por lo que no somos y empezar a ser. Tenemos que exigir la
representación en los medios, en la publicidad, en la moda, en lo que sea, no
solo porque también nos vestimos, sino porque realmente, realmente, no es
necesario que el desodorante me lo publicite una mujer delgada. Es necesario
comprender que la presencia no es un tema menor en términos de acción social,
ya que los medios pueden ser mantenedores del status quo o potentísimos motores
de cambio.Tenemos que aspirar a que en algún momento, cualquier niña gorda no
tenga que comprender por el camino largo que su cuerpo es bello y que puede ser
sano, sino que pueda identificarse y decidir. Tener la opción de observarse a
sí misma y generar el espacio reflexivo acerca de si le complace ese cuerpo o
no, y no ser reducida a un marco identitario deficiente, minúsculo y falso. Es
necesaria, por parte de todas, la demanda de visibilización como referente
corporal, generando un anclaje con la presencia de la variedad de cuerpos en la
esfera pública.
En definitiva hoy nos constituimos como un cuerpo de
resistencia. Dentro de los abordajes a una conceptualización teórica de la
gordura, la palabra gorda se toma como bastión de lucha para subvertir el
término y desechar la idea de que esta palabra sea insultante o connotativa.
Esto responde a una necesidad social de resignificación y reconstrucción del
propio cuerpo. En esto Judith Butler, explicita que “asumir el nombre por el
que a uno se le llama no supone simplemente una sumisión a una autoridad
previa, dado que el nombre ha sido ya liberado de su contexto previo e incluido
en un trabajo de autodefinición. La palabra que hiere se convierte en un
instrumento de resistencia, en un despliegue que destruye el territorio
anterior de sus operaciones.”3Los discursos son entendidos por Foucault (2002)
como prácticas reales situadas históricamente que constituyen parte de la
realidad objetiva. No son meras representaciones, sino afirmaciones que
producen una estructura determinada de instituciones, reproducen el poder.De
este modo, los discursos son entendidos como campos de batalla que portan
conflictos de poder, que intentan dar las definiciones legítimas de un fenómeno
(1976). Por eso es necesario explicitar, desde el discurso, desde los medios,
desde el arte; lo invisibilizado, lo silencioso y silenciado, reconstruir(nos)
el discurso de la gordura desde el yo.
Esta no es una preocupación estética. La importancia de la
visibilización es proyectiva y tangencial en sentido político. El cuerpo de la
mujer es utilizado como herramienta de desempoderamiento. Las mujeres en la
esfera política son mayormente cuestionadas por cómo se ven, por cómo visten y
se peinan, antes que por su mensaje.4 La falta de mujeres y, además, de mujeres
diversas en las esferas públicas conmina a las nuevas generaciones a la ausencia
de participación, a la falta de identificación y referentes. No permitamos la
ausencia. Los conceptos de la gordura hoy no son la inocente ecuación calórica,
a las gordas se nos ha negado autodefinirnos, hemos sido relegados a ser
concebidos por otros, por los médicos, por las amigas, por la pareja, por el
cine, por la televisión, el mercado, la publicidad, por las musas del arte. Se
nos exilia de la posibilidad de ser felices hoy, y se nos recluye a la
felicidad futura, cuando pesemos 2 o 5 o 10 o 30 kilos menos; porque hoy la
gordura es una sensación generalizada y antipática sin importar números.
Esta exhibición puede ser incómoda para muchos. La gordura
está normalizada como “el flagelo contemporáneo”. Que se sepa que existe la
posibilidad de que haya goce, estética, erotismo, sensualidad, moda, salud en
un cuerpo gordo. Que se reconozca la lucha consciente contra la arbitrariedad
del signo. Que ser gorda no es lo peor que te puede pasar en la vida,
(increíble la cantidad de veces que he escuchado eso) y que el activismo puede
ser personal, cotidiano, panfletario, contestatario, mediático, pero el
objetivo siempre es posibilitar una óptica diferente en uno mismo y en otros,
para entender que las cosas no son necesariamente como están establecidas. Salir
del espacio de confort para dirigirnos a uno más compromisorio, porque las
carnes blandas a veces son cómodas, el silencio es grato y explicitar es un
proceso desgastante. Pero no hay de otra. Tenemos que extendernos hacia
espacios cotidianos. Creo profundamente que esto es lo que permitirá cambios
reales en los comportamientos arraigados y en las percepciones con respecto a
la susceptibilidad de los cuerpos. Y es un deber de aterrizaje también, de
todos aquellos quienes intentamos investigar, analizar, evidenciar o tengamos
algún acercamiento a la perspectiva de género.
Visibilicémonos como gordas y a las gordas, para lograr el
desanclaje de la asociación peyorativa, para abrir la posibilidad de
desenvolvimiento social y político, para desetiquetarse del deber ser e
incorporar aquello que se desee y de ese modo este relato se potencie desde las
relaciones primarias. Tal como lo planteó Harding, somos inteligentes,
hermosas, sexuales, activas, contestarías, deportistas, somos lo que queramos
ser. Y estamos gordas. No hay ninguna paradoja allí. Hagámoslo saber.
Referencias
1Harding, Kate.You’re Not Fat. En “Feed Me: Writers Dish
About Food, Eating, Weight and Body Image.”, editado por Harriett Brown,
167-174. Nueva York: Ballentine Books, 2009.
Kate Harding es co-autora de “Lessons from the Fat-o-Sphere:
Quit Dieting and Declare a Truce with Your Body” y fundadora de lo que fue
durante un tiempo el más popular blog de aceptación del cuerpo de internet,
Shapely Prose. Ha colaborado en numerosas publicaciones en línea, incluyendo
Salon, Jezabel, The Guardian, y el LA Times, y otros ensayos como el del cual
se saca esta cita.
2 Ibid.
3 Butler, Judith. Lenguaje, poder e identidad. Disponible en
http://es.scribd.com/doc/231289289/Judith-Butler-Lenguaje-Poder-e-Identidad,
visitado el 30 de agosto de 2014.
4 Interesante en este plano es el análisis que hace el
documental Miss Representation, donde objeta las representaciones políticas de
la mujer en la política y los medios en EEUU.
http://therepresentationproject.org/
Bibliografía
Harding, Kate.You’re Not Fat. En “Feed Me: Writers Dish
About Food, Eating, Weight and Body Image.”, editado por Harriett Brown,
167-174. Nueva York: Ballentine Books, 2009.
Foucault, M. (2002). La arqueología del saber. Buenos Aires:
Siglo Veintiuno.
Foucault, M. (1976). Yo, Pierre Riviere, habiendo degollado
a mi madre, mi hermana y mi hermano… Barcelona: Tusquets Editor.
Paz Moreno Parra. Candidata a magister en estudios
culturales y teoría de género de la Universidad de Chile, trabajando en la
construcción de subjetividad femenina y gordura en los medios masivos chilenos.
Es licenciada en literatura y lingüística hispánicas de la Pontificia
Universidad Católica de Chile.
pazmorenoparra@gmail.com / http://www.twitter.com/relaciontextual
Fuente: Hysteria México
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